top of page

Muse M132-MW

Foto del escritor: Fernando AldayFernando Alday

Hora de ir “adelante hacia el pasado” con un reproductor de cassette que incluye tecnología moderna.


Muse M132-MW

Debió ser entre 1993 y 1994. Recuerdo una extraña euforia que nos invadía a mí y a mis hermanos. En unos días nos iríamos de viaje, por carretera, a un destino que nos parecía paradisíaco. El mismo, hoy día, es lo de menos. Recuerdo que lo mejor, fue el camino.


Llegado el momento nos apresuramos a montar todo el equipaje en la van VW, Combi les llamaban. Era de color blanco, sin aire acondicionado pero con una buena disposición de asientos. El último fue reclamado por mi hermano, mi hermana y yo compartíamos el que seguía al frontal, siendo este ocupado por mis padres.


Según los cálculos el viaje tomaría en torno a 12 o hasta 16 horas. Muchos de los que leen estas líneas recordarán que, antaño, los estados de las carreteras, la disponibilidad de los hoteles y demás temas relativos a los viajes se organizaban por teléfono o, en su defecto, a través de información que se recibía de quienes habían realizado el recorrido recientemente. Olvídense del GPS, un mapa y los señalamientos en las carreteras eran todo lo que nos podía indicar el camino.


Mi posición más preciada por aquellos años era un walkman Sony, modelo Sport. Era plástico, color amarillo con algún toque en color gris y/o anaranjado si no me falla la memoria (probablemente si). Junto a él, bien seguro y a mano en una riñonera, le acompañaban varias baterías AA nuevas y 4 cassettes, los que escuchaba en bucle y hasta el hartazgo.


La selección musical no podía ser más ecléctica, en parte por que había sido adquirida saqueando los cassettes promocionales que regalaban a mi madre por trabajar en la radio. En otra parte por que el gusto musical en alguien que no llega a los 10 años, suele ser así. Incompleto, no informado, puro.


Recuerdo los mismos: Caifanes - El Silencio, Snap! - The madman’s return, Michael Jackson - Dangerous y, el último, temiendo equivocarme era un mixtape que tenía una mezcla con algunos temas sueltos que habían hecho favor de grabarme directamente en la estación de radio. Tenía, además, 2 pares de auriculares. El primero era de diadema con pads color naranja y otros que eran de “botón” y se guardaban enroscando los en un estuche plástico, estos eran negros y rojos. Recuerdo que el de diadema era más engorroso de llevar y, además, te arrancaba el cabello cuando lo ponías o quitabas, pues la diadema era metálica con un plástico que sujetaba el mismo para que se ajustara mejor.


El viaje comenzó de lo más normal. Hablamos, escuchamos la radio, algún juego habremos disfrutado. Poco a poco el calor, las horas, los kilómetros pasaron. Un par de paradas a repostar y a buscar provisiones. Luego una larga espera para subir al ferry que transportaba a la isla. El trayecto entre la costa y la misma no era de importancia pero, ¿la espera? Se hacía eterna.


Para este punto yo debía estar en la 3 escucha de cada una de las cintas. Algunas paradas más para aprovechar visitar los servicios de todas las estaciones de repostaje (el hobby favorito de mi hermana en estos viajes). Pasamos la noche en un hotel, otro cambio de baterías al walkman. Alguna pelea con mi hermano por coger cama en el hotel.


Después de cenar, a descansar. ¿TV, Netflix? Con suerte emitían alguna película que ya en ese entonces era vieja o, el otro canal, noticias, presentadas por un tío que, cuando grabaron la primera película, ya tenía más años que un bosque. Seguramente también llevaba un libro en el viaje pero, sinceramente, eso no lo recuerdo. Solo recuerdo el walkman.


Me despertaba con el puesto y me iba a la cama con el. Joder, creo que no le lo quitaba ni para ducharme. No sé qué me sorprende más. El elevado consumo de las baterías, el inagotable mecanismo que hacía ir y venir la cinta de un lado a otro o, en el otro extremo, mi obsesión con ese aparato.


Pasé años con ese walkman colgado al cinturón o dentro de la riñonera. Años inolvidables. Llenos de música, de descubrimiento, de sonidos nuevos. El mundo se había hecho 3 o 4 veces más grande. El inagotable influjo de cassettes promocionales alimentaba mi obsesión. Fueron unos años muy felices.


¿A qué viene tanto cuento? Bueno, en realidad todos esos recuerdos vinieron a mi mente cuando recibí un correo, donde se me ofrecía el Muse M132-MW para hacer una reseña. Pero, ¿aún tienes cintas? Pregunta muy válida. Sí, un puñado, pero bastante bien curadas. De hecho, una excelente selección que he grabado yo mismo, no hace mucho, al deshacerme del último reproductor de cassette que he tenido, un Sony.


Los recuerdos se me acumularon en el lóbulo frontal. Ahora que lo pienso, igual de aquí me viene algún otro trauma. Cómo lo de los IEM’s. Dí el sí y, en menos de 48 horas, tenía un reproductor portátil de cassettes en las manos. Pero, el Muse no es un reproductor cualquiera. Me explico.


Construcción.


Hay definiciones que explican por sí mismas de lo que se ocupan de definir. Un reproductor portátil de cassette es, para la gente que ya tenemos una edad, un elemento distintivo. Pues el Muse es más o menos igual. Más de 30 años después, poco se puede hacer por mejorar algo que, casi desde su concepción, era perfecto.


Muse M132-MW

Una caja de plástico, de formato rectangular. Color negro con un acabado como de neopreno. Una pequeña ventana plástica con una medida para conocer el tiempo de reproducción de la cinta. Un bonito cordel naranja para asirlo.


En el costado, 4 botones. Play, stop, FF, RW. En la parte superior la conexión para el jack de 3,5mm. 2 botones para volumen. ¿Dónde está lo nuevo?


Muse M132-MW

Aquí mismo. 1 botón con el icono de la tecnología Bluetooth y un conector USB-C para cargar la batería interna (gracias a dios nos despedimos de las baterías AA). Hay algún LED por aquí.


El tacto es agradable. El aparato me parece algo más grande que los de antaño. Esto no es un problema, su operación es sencilla y el accionar de los botones es agradable.


El control de volumen funciona adecuadamente. No es analógico, pero que demonios, cumple la función. El Bluetooth es una cosa que, sinceramente, jamás pensé relacionar a un cassette. Sin embargo, aquí está.


Funciona a la perfección. La calidad es más que aceptable, que no es poco. La carga es rápida y nos permite una reproducción en torno a las 5 horas. Algo menos con el Bluetooth y a volúmenes moderados. Dicho esto, el rango de volumen es bastante aprovechable.


Cómo suena.


Quienes llevamos tiempo en esto hemos interiorizado tanto el sonido de “estática”, característico de los vinilos, como el “tape hiss”. Son sonidos que, en mi mente, siempre acompañarán a la música.


Muse M132-MW

Pero no perdamos el tiempo. Agradezco a la nostalgia, que me hizo llevar a cabo una operación que, sinceramente, jamás habría considerado posible. Recién llegó la pletina Sony a mis manos, hace ya algunos años, lo primero que hice (después de ponerla a punto), fue grabar una cinta con el álbum El Silencio de Caifanes, el grupo mexicano de rock.


Mientras el reproductor se carga, rebusco en el trastero y la encuentro al poco tiempo. La cinta no es nada especial (olvidémonos de los míticos Sony SR Metal y de los TDK 88 MA). La fuente fue grabada desde el CD original, así que es bastante aceptable. Pongo la cinta en el Muse y conecto unos auriculares tipo IEM, los LINSOUL X KZ ZS10 PRO 2. Oprimo el botón de reproducir.


Físicamente estoy en mi pequeño despacho, ¿mi mente? Ha viajado en el tiempo y espacio. Unos 30 años y 15,000 kilómetros. Voy sentado en el asiento de atrás de la furgo blanca, mi hermano duerme en el asiento de atrás. Mi padre conduce por una carretera estrecha, rodeada del verde tropical que se funde inacabable a ambos lados del camino. ¿No es maravilloso lo que logra la música?


Yo no sé si tenga mucho sentido hablar de calidad de sonido con una cinta grabada y un reproductor de cassettes portátil pero, aún así, me atreveré. El sonido es magnífico. Impacta la calidad que es posible obtener de este medio de reproducción que, si bien muchos hemos disfrutado y algunos más continúan utilizando de manera continuada, ha quedado mayormente obsoleto.


La claridad y la dinámica del sonido es amplia y permite disfrutar de una buena reproducción con tonos muy agradables a través de los KZ. Tras la cinta de Caifanes me permití reproducir un concierto de Bill Withers que tengo grabado en otra cinta. Para ser exactos, el concierto de 1973 para la BBC. Se trata de una grabación, nuevamente, de una fuente digital. La reproducción sorprendente con una buena presentación y un sonido más que agradable y logrado.


Con la función bluetooth y mis infalibles Hifiman Svanar el sonido fue igualmente agradable, con la facilidad añadida de no depender del cable para la reproducción y, por ende, mayor flexibilidad para ubicar el equipo el cual, incluso, llegó a estar aparcado en el escritorio mientras la música se reproducía en los auriculares. Una belleza de integración y facilidad de uso.


Conclusiones.

El equipo da un resultado bastante bueno. Es cómodo, bonito, fácil de usar. No se siente particularmente robusto en mano, incluso a pesar de su tamaño, sin embargo tampoco se siente frágil y no he tenido reparos en ponerlo dentro de una mochila o en el bolsillo de la chaqueta.


El funcionamiento ha sido correcto y bastante aceptable en términos de reproducción, volumen, conectividad y duración de la batería. Sinceramente, no se puede pedir más. Los botones responden y se sienten sólidos, buen tacto y respuesta. El sonido es, y creo lo más importante, excelente, con muy buen rango dinámico, además de un escenario y definición bastante agradables.


¿Echo algo en falta? Pues si. Sinceramente preferiría un control analógico de volumen, aunque es algo subjetivo. Objetivamente, creo que el equipo sería mucho mejor recibido si incluyera la posibilidad de grabación. Tal vez desde el propio conector USB. Esto reduciría el número de equipos necesarios para disfrutar de los cassettes a 1, no a un mínimo de 2. Dado que es una misión casi imposible hacerse con un cassette hoy día.


Aún así, celebro que existen marcas que apuesten por estos tipo de equipos casi olvidados. Además, felicito a Muse quienes han hecho un muy buen trabajo. Es un reproductor que me hubiera gustado tener en su día y que, incluso hoy, admiro me genera cierta atracción casi irracional.


El Muse ha sido una fuerte dosis de nostalgia que ha llegado en un momento interesante. Me ha traído gratos recuerdos y me ha hecho recordar como he disfrutado de la música a lo largo de mi vida. Además, en un par de días emprendo un viaje con mi esposa y mi hija. ¿El destino? Reunirme con mis padres y mis hermanos, quienes vivimos esparcidos por el mundo en 3 continentes distintos.


Muse M132-MW

Nos vamos mi familia, el Muse, unos cuantos cassettes y yo. Cargados de sueños, recuerdos y buena música. Ciao!


Dónde comprar.

El Muse 132-MW es distribuido por Gaplasa, quienes además gestionan la distribución de muchas más marcas de alta fidelidad en nuestro país y, en consiguiente, cuentan con una amplia lista de distribuidores.


Al momento de la reseña, el equipo tiene un PVP de €50. Si me lo preguntan, un regalo por toda la nostalgia que se recibe a cambio.


Galería.




Comments


bottom of page